La mesa
siempre ha tenido un puesto de preferencia dentro del ambiente de familia;
sobre ella el esposo y padre de familia
hace el balance de entradas y de gasto al final del mes; sobre ella la esposa y
madre arregla el vestuario de todos; sobre ella los niños hacen sus tareas de escuela; en torno a la mesa se
reúne la familia para las comidas; alrededor de la mesa se entretiene la
familia con los amigos que vienen de visita.
De verdad, la mesa constituye un centro especia en la vida de la familia.
También
para nuestra iglesia la mesa es como el centro de la comunidad cristiana: la mesa de la comunidad cristiana es el
altar; entorno al altar se hace la lectura de la Carta que
Dios ha enviado a los hombres, o sea la S. Escritura; sobre el altar desciende
el Espíritu de Cristo para convertirlos en su cuerpo y en su sangre; alrededor del altar gira la comunidad para
participar del banquete eucarístico.
Con
razón que ya S. Pablo, en algunas de sus cartas, da saludos a la comunidad que se reúne en la
iglesia (en la casa) de Aquila y Priscila. Así quería decir que la casa de los
primeros cristianos la consideraba ‘como una
iglesia. Será S. Juan Crisóstomo,
un Padre de la comunidad cristiana primitiva (siglo IV) quien afirme que la
casa de los cristianos es ciertamente ‘una pequeña iglesia’. Fue este mismo
Padre quien sugirió cuatro paralelos interesantes: la gran iglesia, Basílica o
templo y la casa material de la familia; la gran comunidad que se reúne en el templo y
la pequeña comunidad familiar; el altar
del templo y la mesa de familia; el culto eucarístico en el templo y el culto
que rinde la familia a Dios en la pequeña iglesia doméstica; los ministros del
templo y los padres de familia dentro de la pequeña iglesia que es la familia.
El Papa Francisco volvió a tomar esta hermosa
comparación; lo hacía a propósito de las consecuencias nocivas que los medios de
comunicación están causando al diálogo familiar: la televisión en la sala
comedor y el uso desmoderado de los celulares impiden la comunicación y el
diálogo entre los miembros de familia; parecería que padres e hijos están
más interesados en la comunicación con personas distantes que con las presentes; esto una muestra del
individualismo que está minando la unidad de la familia; es también falta de
interés y de respeto por la familia.
Son los
padres de familia quienes deben salvar y recuperar este espacio vital en torno a la mesa familiar; este espacio de
diálogo, comunicación y de intercambio entre los miembros de la familia no
puede perderse, so pena de acabar con la comunión familiar; es un momento de
encuentro y de intercambio de experiencias del día; es el momento de mirarse a
la cara, de sonreír, de hablar, incluso de reconciliarse y reforzar el espíritu
familiar.
La
unidad de la familia pide mucho altruismo;
el individualismo lo destruye; el altruismo humaniza, el egoísmo, el
individualismo, deshumaniza.
Para mas informacion, visite: Iglesias Domesticas
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