Es una tradición muy antigua ésta de intercambiar los
contrayentes las argollas de matrimonio;
parece provenir del mundo germánico o de la tradición romana. Generalmente ha sido la señal de que dos
personas están desposadas. Dentro de la
tradición eclesial católica el anillo suele ser de oro, redondo y bendecido por
el sacerdote; las tres características tienen cada una su significado.
Que sea
de oro, el metal más precioso, denota el valor tan grande que tiene el
compromiso matrimonial: significa nada menos que la alianza de Dios con su
pueblo en el Antiguo Testamento, de Cristo con la iglesia en el Nuevo Testamento. De alianza, de unión de la pareja ya se viene
insinuando desde la creación: precisamente el nombre Yhavé en hebreo (Yhwh) -designado como el ‘tetragrammaton’- reúne las raíces del los nombres de varón y mujer; al crear Dios al varón y a la mujer “a su imagen y
semejanza” se descompone el nombre de Yhavé para dar origen al nombre de uno y otra;
cuando varón y mujer se unen en pareja recomponen de nuevo el nombre de
Dios. De ahí que hoy digamos que la pareja humana es
‘sacramento’, es símbolo, de la alianza de Dios con la humanidad, de Cristo con
su iglesia.
El
anillo matrimonial debe ser redondo para expresar eternidad, es decir que la pareja se une para
siempre. Tradicionalmente esta idea se
ha expresado con el término
‘indisolubilidad’, un vocablo con sabor jurídico, a causa del influjo que el
derecho canónico ha tenido en la teología
matrimonial. En la época moderna
se prefiere hablar más bien de ‘fidelidad’, una palabra con neto sabor bíblico:
Dios es fiel a su alianza con los hombres. La ‘indisolubilidad’ alude a una
fuerza exterior que obliga a la unidad; la ‘fidelidad’, en cambio, hace
referencia a una fuerza interior del
varón y de la mujer que los lleva por el amor que se profesan a ser fieles uno al otro. El amor, por su misma naturaleza, es unitivo.
La
tercera característica del anillo matrimonial es la bendición. De la primera pareja en la historia de la
humanidad –Adán y Eva- se dice que Yhavé fue el ‘padrino de boda’, porque fue Él quien llevó a Eva hasta
Adán. Con razón que se diga que éste fue
el primer matrimonio en la historia; por este motivo hoy se afirma que el
matrimonio ya no es el último ‘sacramento’ en el ‘septenario’, sino el
primero. ¡!Qué mejor bendición para Adán
y Eva que la presencia del mismo Dios en su boda de matrimonio!!.
En la
tradición de los pueblos se ha mantenido la costumbre de que sea el padre de
familia, o el jefe de la tribu quien presida la celebración de una boda matrimonial; todavía hoy entre nosotros se
conserva esta tradición como para significar que una persona de autoridad es la
que garantiza la seriedad de un tal compromiso;
en la tradición cristiana los padres de familia bendicen a sus hijos
cuando salen de la casa para ir a casarse y en el templo los bendice el
sacerdote que preside la boda. Más allá de la boda, son muchas las parejas que
al cumplir años de boda, sobre todo al celebrar los 25, 50 o más años de
matrimonio, solicitan la bendición de las argollas de matrimonio y de sus
personas. Es la fe sencilla del pueblo
que, sin conocer quizás toda la historia del significado del anillo de
matrimonio, intuyen algo sagrado en él.
Para más información, visite: www.iglesiasdomesticas.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario